domingo, 18 de agosto de 2013

FEZ. Érase un hombre a una nariz pegado…

Hola, bruji,

Este sarcástico verso, del no menos sarcástico Quevedo, encaja a la perfección con lo que puede ser una visita a la medina de Fez. Recorrer los varios miles de callejuelas y callejones que hacen de esta medina un inmenso laberinto es como recorrer todas las páginas de El Perfume de Süskind y, por fin, ser conscientes de que nuestro apéndice nasal sirve para algo más que para servir de apoyo a las gafas de sol.

Los limoneros del Palacio Real huelen. También desprenden olor a piel los puestos de marroquinería (que mejor lugar Marruecos, para comprar marroquinería). Huelen los puestos de especias. Huelen la carne de vaca o cordero en los puestos callejeros de pinchos morunos. Huelen los excrementos de las mulas salpicados por doquier. Huelen los rinconcitos donde hay niños vendiendo hierbabuena. Huelen las babuchas y sandalias puestas en perfecta fila a la puerta de mezquita. Huelen el kif y el hachís. Huele la madera recién tallada y trabajada por un habilidoso ebanista…. En todas partes huele a algo, desde el olor de la especia más sublime, hasta el olor de la putrefacción más nauseabunda.

Como se puede suponer, casi todo lo mencionado antes tiene sus lugares y sus puestos, casi todos en el mercado (ya, ya… el hachís no se vende en puestos tan alegremente, pero no es difícil de encontrar), y eso hace de Fez también un mundo multicolor que a veces roza lo surreal cuando esa explosión de color va variando constantemente con las luces y sombras del zoco.

El olor central de Fez, no apto para narices sensibles, es el de la curtiduría de pieles de Al-Chauara, muy cercana a la impresionante mezquita Qarawiyyin. Para entrar a verlas es necesario que lleves una ramita rota de hierbabuena que podrás comprar en la entrada y que hará, dentro, tu estancia más llevadera. La primera impresión será brutal, todo un choque de olor hiriente y de color embriagante. El contraste del olor a muerte que desprenden las pieles con el color de la vida que irradian los cientos de fosas con los tintes. Estando allí uno no puede menos que pensar en que será de la vida de los trabajadores a quienes el trabajo lleva dentro de esas fosas trabajando la piel porque su olor corporal no ayuda mucho a entablar relaciones sociales… pues su destino es casarse con hijas de gentes que trabajaron o trabajan de lo mismo, y no es muy difícil que adivinemos el futuro de sus hijos e hijas…

Comprar en el zoco de Fez, como en todos los zocos de Marruecos, es un arte. Es imprescindible regatear, hasta el punto de que algo que parte de un precio astronómico, se queda en unas monedas, y aún así saldremos perdiendo con respecto al valor real del producto (dentro de los términos económicos del país). Pero lo interesante es ver como hacen esos productos delante de ti: el ebanista hace un ajedrez igual que el que vas comprar con maderas olorosas delante de ti, el zapatero hace las sandalias con un olor que nos recuerda a la tenería (aunque en breve dejará de oler a piel para oler a pies) delante de ti. El especiero hace las mezclas con sus olores dulces o picantes delante de ti y eso muchas veces vale más que el dinero del producto. Es transportarte en el tiempo, porque así eran los puestos del medievo.

Ya me despido, pero piensa en que si vienes a Fez, olvídate del mundo del Chanel, y, tenlo por seguro, saldrás ganando.

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