Hola, bruji,
hay una
canción, preciosa por cierto, del desgraciadamente malogrado Antonio
Flores que en un momento dado dice algo así como ...el
garabato de un niño es tu cuerpo de mujer, rectas curvas, curvas
rectas imposibles de aprender... y eso me recuerda a Barcelona,
no podría concebir esas tremendas rectas que son las Ramblas, el
Paseo de Gracia o la Diagonal, o casi toda la ciudad, excepción
hecha del Barrio Gótico, sin todas esas curvas imposibles que en su
día delineó Antonio Gaudí. Es por eso que pasear por Barcelona es
quebrantar las ecuaciones del espacio y del tiempo y ver que la
distancia más larga entre dos puntos es una recta, porque en cada
recta es muy posible que haya muchas curvas que ver.
Y ese es el
encanto erótico de esta ciudad hecha mujer, todas esas curvas,
además llenas de color, que nos sorprenden y nos deleitan con su
sinuosidad provocativa, aún mucho más de lo que puedan seducir los
espectáculos de reputados (sin segundas intenciones el adjetivo)
clubes como el Bagdad, una de las mejores, dicen, salas porno
de Europa. Pero sigo pensando que son más atractivos los encantos de
las rectas curvas y las curvas rectas de la Casa Milà o la
Casa Batllò, la estructura casi imposible de la Sagrada
Familia, que casi parece una mano de Dios erigiéndose sobre la
tierra, o ese parque por el que los turistas angloparlantes más
osados preguntarán, intentando traducir buenamente, por el 'Parque
Bien' ―lo sé, es chiste malo...―, porque el Parc Güell,
desde su sinuosa bancada, llena de curvas y exultante de color, nos
ofrece la mejor vista de las largas rectas de las avenidas de una
gran ciudad, rectas rodeadas de las sinuosas curvaturas de Montjüic
y del Tibidabo, gran ciudad que vista desde un sitio así gana muchos
puntos en el aspecto romántico.
Dos son los
laberintos que hay en Barcelona, porque todo cuerpo de mujer tiene
sus secretos en los que es fácil perderse, por un lado está el
Barrio Gótico, coronado por la catedral, con sus micro-callejuelas,
donde hay rinconcitos muy entrañables y cafeterías de lo más
agradable en las que disfrutar de un buen rato de asueto y por otro
lado el Parque del Laberinto, en el barrio de Horta, que es un
precioso jardín al más puro estilo del romanticismo del s. XIX,
plagado de caminitos sinuosos en subida y bajada, rectas curvas,
curvas rectas, con muchas fuentes en lugares umbrosos y escondidos, y
en cuyo corazón hay un laberinto de los de verdad, un laberinto de
esos de setos, al que podemos acceder cruzando la curvatura de alguno
de sus arcos, para perdernos, quizás durante unos 20 minutos si
tenemos prisa, si no, más, en una miríada de rectas que no llevarán
a ninguna parte, aunque si la suerte nos acompaña, primero
llegaremos al centro para disfrutar de su fuente redonda y unos
banquitos de piedra en los que descansar, y luego, tras deambular
otro buen rato, podremos salir, aunque si no hubiera demasiada gente,
y eso que la entrada está restringida a 750 visitas por día, sería
un sitio ideal para no querer salir en mucho rato... ¿Sigues
pensando que la línea más corta entro dos puntos es una recta?
Con lo
grande que es, si eres capaz de desentrañar este galimatías
matemático de las rectas curvas y las curvas rectas, podrás
disfrutar de Barcelona muy lentamente, en apenas un instante, porque
ésa es la magia de un cuerpo de mujer, es la magia de Barcelona.
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