Hola, bruji,
Supongo que
definir a Marrakech con el epíteto de 1000 más 1, cuanto menos te
sorprenderá, pero es que recorrer los muchos rincones de esta ciudad
es recorrer cada uno de los cuentos de las mil y una noches con toda
su magia oriental, y esas noches no dejan de ser la sombra de esas
mil y una palmeras que rodean esta ciudad con apariencia de un gran
oasis.
El
punto de partida y también centro neurálgico, aunque en Marrakech
la palabra prisa no consta en ningún diccionario, es la mítica
plaza de Djemmá el-Fná, y el primer contacto con ella podría
ser uno de los restaurante-terraza que hay en ella, no son caros y
esa vista desde arriba merece la pena, sobre todo la marea de gentes
y el espectáculo multicolor que va cambiando en cada momento del
día. Si la queremos ver en sito, veremos que por la mañana está
llena de mil y un puestos de comida y de ricos zumos de naranja que
exprimen delante de ti, de encantadores de serpientes que te
ofrecerán por muy pocos dirhams la foto de tu vida con una peligrosa
cobra colgada de tu cuello (si te niegas es probable que alguno de
ellos, los hay, como en todas partes, con honradez limitada, te la
pongan igual y te extorsionen pidiéndote algo de dinero por
quitártela), aguadores, que son más atractivo turístico que
saciadores de sed, y mil y un entretenimientos más. Según va
pasando el día van desapareciendo los puestos de comida para dejar
paso a músicos, saltimbanquis... que nos harán vivir un auténtico
mercado medieval en pleno siglo XXI. Por la noche, vuelven a surgir
los puestos de comidas con sus mil y un olores y ya desaparecerán
las serpientes, en las horas de oscuridad muy peligrosas incluso para
sus amos. Huelga decir que a las 5 de la tarde, sólo quedan
turistas.
La plaza Djemmá el-Fná
es prácticamente la puerta del zoco, mil y una callejuelas donde hay
mil y una tiendas y donde nos perderemos mil y una veces si no vamos
acompañados de alguien que nos guíe. Es un mundo aparte, calles muy
estrechas, casi todas entoldadas para resistir el insoportable calor
del día, y para poner farolas que iluminen la noche, es un mundo de
mil y un colores, mil y un olores y mil y un sabores. Especias,
madera tallada, alpaca o placa, ungüentos de belleza, alfombras, el
inevitable cuero y todo ello artesano... como puedes ver, el zoco es
algo así como un hipermercado medieval, pero nada impersonal como
los hipermercados occidentales, es un mundo lleno de humanidad, donde
la compra no es consumismo, es arte, y es inevitable el ejercicio del
regateo, donde si lo haces bien, después de mil y una discusiones,
es muy probable que te obsequien con un té moruno con todo su
ritual, que consiste en tres vasos, porque el té verde con hierba
buena marroquí se toma en vaso, el primero sin azúcar, amargo como
la vida, el segundo dulce como el amor, y el tercero muy dulce como
la muerte. Si con esta actividad aún no quedamos lo suficientemente
relajados, siempre nos quedan los baños turcos, que hay varios por
las cercanías.
Si te quieres ir por el
ámbito cultural también tienes para dar y tomar, varios monumentos
Patrimonio de la Humanidad y varios palacios y jardines de ensueño
como los de las Mil y una noches, pero sin duda lo que más nos va a
llamar la atención es la alargada sombra de los 70 metros del
minarete de la mezquita de la Koutubia, hermano gemelo de la Giralda
sevillana.
Lo dicho, si quieres
dejar atrás las 1000 y 1 preocupaciones de la vida diaria, en esta
bonita ciudad conseguirás sin prisa un rápido cambio de chip.
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