lunes, 4 de noviembre de 2013

MARRAKECH. 1000+1

Hola, bruji,

Supongo que definir a Marrakech con el epíteto de 1000 más 1, cuanto menos te sorprenderá, pero es que recorrer los muchos rincones de esta ciudad es recorrer cada uno de los cuentos de las mil y una noches con toda su magia oriental, y esas noches no dejan de ser la sombra de esas mil y una palmeras que rodean esta ciudad con apariencia de un gran oasis.

El punto de partida y también centro neurálgico, aunque en Marrakech la palabra prisa no consta en ningún diccionario, es la mítica plaza de Djemmá el-Fná, y el primer contacto con ella podría ser uno de los restaurante-terraza que hay en ella, no son caros y esa vista desde arriba merece la pena, sobre todo la marea de gentes y el espectáculo multicolor que va cambiando en cada momento del día. Si la queremos ver en sito, veremos que por la mañana está llena de mil y un puestos de comida y de ricos zumos de naranja que exprimen delante de ti, de encantadores de serpientes que te ofrecerán por muy pocos dirhams la foto de tu vida con una peligrosa cobra colgada de tu cuello (si te niegas es probable que alguno de ellos, los hay, como en todas partes, con honradez limitada, te la pongan igual y te extorsionen pidiéndote algo de dinero por quitártela), aguadores, que son más atractivo turístico que saciadores de sed, y mil y un entretenimientos más. Según va pasando el día van desapareciendo los puestos de comida para dejar paso a músicos, saltimbanquis... que nos harán vivir un auténtico mercado medieval en pleno siglo XXI. Por la noche, vuelven a surgir los puestos de comidas con sus mil y un olores y ya desaparecerán las serpientes, en las horas de oscuridad muy peligrosas incluso para sus amos. Huelga decir que a las 5 de la tarde, sólo quedan turistas.

La plaza Djemmá el-Fná es prácticamente la puerta del zoco, mil y una callejuelas donde hay mil y una tiendas y donde nos perderemos mil y una veces si no vamos acompañados de alguien que nos guíe. Es un mundo aparte, calles muy estrechas, casi todas entoldadas para resistir el insoportable calor del día, y para poner farolas que iluminen la noche, es un mundo de mil y un colores, mil y un olores y mil y un sabores. Especias, madera tallada, alpaca o placa, ungüentos de belleza, alfombras, el inevitable cuero y todo ello artesano... como puedes ver, el zoco es algo así como un hipermercado medieval, pero nada impersonal como los hipermercados occidentales, es un mundo lleno de humanidad, donde la compra no es consumismo, es arte, y es inevitable el ejercicio del regateo, donde si lo haces bien, después de mil y una discusiones, es muy probable que te obsequien con un té moruno con todo su ritual, que consiste en tres vasos, porque el té verde con hierba buena marroquí se toma en vaso, el primero sin azúcar, amargo como la vida, el segundo dulce como el amor, y el tercero muy dulce como la muerte. Si con esta actividad aún no quedamos lo suficientemente relajados, siempre nos quedan los baños turcos, que hay varios por las cercanías.

Si te quieres ir por el ámbito cultural también tienes para dar y tomar, varios monumentos Patrimonio de la Humanidad y varios palacios y jardines de ensueño como los de las Mil y una noches, pero sin duda lo que más nos va a llamar la atención es la alargada sombra de los 70 metros del minarete de la mezquita de la Koutubia, hermano gemelo de la Giralda sevillana.

Lo dicho, si quieres dejar atrás las 1000 y 1 preocupaciones de la vida diaria, en esta bonita ciudad conseguirás sin prisa un rápido cambio de chip.

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