miércoles, 11 de diciembre de 2013

Chicago

Hola P.,

¿Sabías que puede existir humanidad rodeado de torres de 50 pisos? ¿Sabías que Picasso expone en la calle? Todo ocurre en la ciudad ventosa, en Chicago. Ventosa por las ráfagas de los mafiosos aunque cuando le da al viento por soplar no es moco de pavo. La brisa es agradable desde la noria del Navy Pier. Contemplamos el skyline de Chicago con la torre Sears al fondo. La más alta de EEUU. Y el Aon Center que es identica a la torre Picasso de Madrid solo que al estilo de Chicago: más grande. Tambien es interesante la torre John Hancock. Tanto la torre Hancock como la Sears tienen miradores en lo más alto de la torre.

La arquitectura manda en Chicago. A unas paradas del Loop por la linea roja o verde, un poco mas al sur de Chinatown, en un barrio no muy bueno (vamos que es muy malo) y cerca del estadio de los White Sox, se encuentra el IIT (Ilinois Institute of Technology) donde se pueden ver las obras que Mies Van der Rohe y sus discipulos construyeron para esta institución académica. Es visitable pero no es recomendable salir del campus y menos por la noche. El metro hasta el campus (estación 35-Bronzeville-IIT que tras la reciente reforma es una estación espectacular) y de vuelta. Un barrio (en realidad es un pueblo en si mismo) bastante más tranquilo es Oak Park en el que dejó su huella el otro gran arquitecto que actuó en Chicago: Frank Lloyd Wright. En Oak Park se puede ver algún otro de sus diseños de casas individuales (incluyendo la suya que está abierta a visitas) y el Unity Temple. Wright no solo diseñaba los edificios sino también una buena parte de los muebles que, de esa manera, se amoldan al edificio de una manera especial. Hasta Oak Park se puede llegar por las líneas verde y azul del metro.

Pero no todo es arquitectura en Chicago. 40 museos, maravillosos parques y una playa que da al lago Michigan donde en cuanto aparecen los rayos del sol la gente corre a ver si agarra un morenito interesante. Destaca el Art Institute y la escultura de Picasso en todo el centro del Loop, el centro financiero de la ciudad. Es fácil pasarse horas en sus parques (si no se va en invierno) y sus museos no se pueden ver en menos de tres días.

Es casi obligatorio, si se visita Chicago entre marzo y septiembre, acercarse a ver un partido de los Chicago Cubs en Wrigley Field. El histórico campo de los Cubs fue construido en 1914 y mantiene buena parte de su encanto.

A la hora de comer Chicago ofrece de todo. Pero ciertas cosas no se pueden dejar pasar. Cenar una noche en Pizzería Uno, el primer establecimiento de una cadena llamada Uno Chicago Grill, o en Pizzería Due, el segundo de la cadena. Ambos están localizados en el centro de Chicago (29 East Ohio y 619 North Wabash Avenue respectivamente). En estos centros lo suyo es pedir una pizza al estilo de Chicago, las Deep Dish Pizzas. Unas pizzas cuyo lateral sube como si se tratara de un plato y, así, le permite tener muchísimas más cantidades de relleno. A la hora de comer, que en EEUU es antes que en España, podemos acercarnos al piso 95 de la torre Hancock donde podemos encontrar un buffet por un precio aceptable ($28 mas bebidas, ha subido bastante, en 2004 eran $15) con unas vistas que vale cada euro que te gastas. Si pensamos que subir un piso mas arriba al observatorio cuesta $10,25 nos daremos cuenta que el precio del buffet es una ganga. Por último, y si estamos en Chicago a finales de Junio/principios de Julio, deberíamos visitar el festival Taste of Chicago. Un festival gastronómico absolutamente imprescindible. A este festival acuden más de 60 restaurantes de la ciudad para ofrecer sus platos en el maravilloso Grant Park.

Chicago es una ciudad con alma de megapolis y de pueblo del mediano oeste americano. El dinamismo de Nueva York con el encanto de un pequeño pueblo de Wisconsin. Y el frío de este último en Invierno así que mejor si puedes visitarla en primavera o principio del Otoño. Incluso verano pero en Invierno tendrás días en los que te quedes en el hotel. Y será una pena.

A.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

PRAGA. Rojo sobre fondo negro.

Hola, bruji,

la ciudad vieja de Praga, la interesante, desde un punto alto, por ejemplo alguna de las torres que salpican la ciudad, es algo así como un mar de color rojo, por la vivacidad de sus tejados sobre un fondo negro, pues negras son las miles de callejuelas estrechas, y oscuras que lo conforman. Negro también es su caótico y laberíntico barrio judío (y negro me pone a mí que cobren entrada por entrar en su caótico antiguo cementerio) pero teñido de rojo por la mucha sangre vertida en la II Guerra Mundial. Negro el café que te ponen en las terrazas frente al famoso reloj astronómico al lado de la plaza de la ciudad vieja, y rojo de ira como te quedas cuando te cobran cerca de 10€ por él en un país con una renta per-cápita bastante baja. Además tanto el rojo como el negro en todos los casos cobran más intensidad por ese cielo casi eternamente lleno de nubarrones negros, lo que hay que reconocer que le da a la ciudad muchísimo más encanto.

Aunque no sea negra, en Praga tienes que disfrutar de una buena cerveza, de hecho es la patria de las cervezas tipo pilsen, eso sí, salte del centro más turístico y busca una tasca o un restaurante de los que hay cruzando cualquiera de los dieciocho puentes que nos llevan a la otra orilla de ese Moldava al que con tan buen gusto recreó musicalmente Bedrich Smetana (impresionante el “Puente de Carlos”), allí no encontraremos mucha amabilidad (bueno, en ningún lugar de Praga), pero si cerveza y comida a precios razonables, más o menos como los de España, aunque, como norma general, la hostelería es cara y desplumar al turista es casi el deporte nacional. De todos modos para comer bien y barato, la comida nacional son los perritos calientes, sobre todo los de salchichas gigantes, y para degustarlos hay miles de puestos por la calle.

En ese mismo lado del río donde hay más bares, por cierto el barrio, que es un pequeño laberinto muy romántico de cuestas empinadas y estrechas, pero con rincones de muchísimo encanto, se llama Malá Strana, y subiéndolo hasta lo alto, después de patear un buen rato, nos llevará al castillo, precioso. Vistos el castillo y tomadas las cervezas, ya no hay nada más que hacer aquí, así que volveremos a cruzar el río por puente de Carlos, que mediada la tarde, cuando empieza a oscurecer, es todo un mundo, con sus muchos puestos de artesanía y con una miríada de artistas callejeros, así que nos podremos quedar por allí un muy buen rato, aunque nos puedan asustar un poco sus estatuas y su torre negra.

De vuelta en la ciudad vieja, es imprescindible ir a una sesión del mundialmente famoso Teatro Negro. Da igual la obra, simplemente quedaremos extasiados con la magia que rebosa la representación, donde no hace falta ni una sola palabra para contar una historia, y donde el ingenio está al orden del día.

Finalmente, siguiendo en la ciudad vieja, te queda por buscar un buen plano (te los venden, además caros, sin preguntarte si lo quieres en los puestos de cambio de moneda) para hacer una selección de monumentos a visitar, que tendrá que ser muy precisa porque hay censados unos dos mil... Y ¿la ciudad nueva? Pues como todas las ciudades nuevas, salvo algo de arquitectura contemporánea, nada que hacer.